La Organización de las Naciones Unidas alertó que Latinoamérica está enfrentando un complejo problema de acumulación de basura electrónica, debido a que no se tienen programas efectivos de recolección y gestión sostenible de estos desechos.
Así lo reveló un estudio realizado por el programa Sustainable Cycles (SCYCLE) de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) y el Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional y la Investigación (UNITAR) con el que se evidenció que solo el 3% de esta basura es gestionada en los países de la región.
Las cifras revelan que en 2019 se generaron 1.3 megatoneladas de residuos electrónicos en América Latina, de las cuales solo el 3% se gestionó de manera responsable, un porcentaje que está muy por debajo del promedio mundial del 17,4 %.
El informe, que estudia la gestión de la basura electrónica en Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela, resalta que casi la tercera parte de la basura electrónica es plástico, lo que supone un grave y potencial problema para la salud y el medioambiente.
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Precisamente, en 2019 los países analizados generaron 380.000 toneladas de plástico procedente de basura electrónica. De esta cantidad, solo 31.000 toneladas contenían productos ignífugos de bromo (BRF), un producto altamente tóxico que se sospecha causa trastornos del comportamiento neuronal y endocrinos.
Entre los materiales peligrosos incluidos en esta basura electrónica también se incluyen unos 2.200 kilogramos de mercurio, 600 kilogramos de cadmio, 4,4 millones de kilogramos de plomo, 4 millones de kilos de productos ignífugos con bromo y 5,6 megatoneladas de gases que causan el efecto invernadero.
Además de su peligrosidad, los desechos suponen una oportunidad económica perdida porque, aunque hay un reciclado informal de parte de los materiales desechados, los vertederos de la región son el destino final de miles de toneladas de valiosos componentes que no son aprovechados.
El investigador y representante de la ONU, Kees Baldé, explicó que la basura electrónica de los 13 países analizados contiene 7.000 kilogramos de oro, 310 kilos de metales de tierras raras, 519 millones de kilogramos de hierro, 54 millones de kilos de cobre y 91 millones de kilogramos de aluminio.
De acuerdo con el experto, anualmente se estarían perdiendo unos 1.700 millones de dólares que podrían valer estos materiales que acaban en vertederos y basureros.
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Lo preocupante es que este problema sigue creciendo sin ningún control. Por ejemplo, en 2010 la región generó un promedio de 4,7 kilogramos de basura electrónica por habitante; mientras que en 2019 está cifra ascendió a 6,7 kilogramos.
“Esto supone un aumento del 142 % de la generación de basura electrónica en una década. Este tipo de desechos es uno de los flujos de basura física de más rápido crecimiento hoy en día en todo el mundo y una amenaza al desarrollo sostenible”, indicó Baldé.
Los expertos han indicado que el aumento de estos desechos son un reflejo del crecimiento que han venido teniendo las economías y el auge tecnológico, lo cual ha provocado unas mayores tasas de consumo de equipos eléctricos y electrónicos con ciclos de vida cortos y pocas opciones de reparación.
De esta forma, televisores, celulares, computadores, lavadoras y otra serie de productos eléctricos dañados o en desuso se han convertido en un dolor de cabeza porque no se tiene un programa efectivo de gestión de estos residuos y generalmente terminan en los rellenos sanitarios.
Finalmente, los expertos han resaltado que una buena disposición de esta basura tecnológica puede ayudar a mitigar el cambio climático; ya que se estima que los equipos como refrigeradores y aires acondicionados liberaran decenas de toneladas de CO2 a la atmósfera.
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