Envejecer no es un pecado. La psicóloga Dena Kouremetis analiza la idea del envejecimiento en un artículo para Psychology Today y asegura que el envejecimiento es un don y que no debes mortificarte por la llegada de la tercera edad.
La especialista sugiere tener mucho cuidado y amor propio en esta edad para hacer frente a los efectos del tiempo. “Vamos a enfrentarlo. No podemos saber si nuestros cuerpos están preprogramados para algunas afecciones y enfermedades en la vejez, pero tampoco tenemos que vivir como si fueran inevitables. Si la vida realmente se trata de calidad y no de cantidad, entonces cuidarnos a nosotros mismos es el elixir mágico, que nos ofrece el máximo provecho de nuestra vida”.
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Las mujeres que aparentan su edad, que tienen arrugas y canas, se les dice que son defectos, y a menudo son tratadas como si el hecho de envejecer fuera un insulto para otros, y de allí la importancia del amor propio en esta etapa de la vida.
La poetisa Gioconda Belli lo ilustra mejor en uno de sus textos: “Las mujeres nos sentimos culpables de envejecer, como si pasada la juventud de la belleza apenas nos quedara qué ofrecer, y debiéramos hacer mutis, salir y dejar espacio a las jóvenes que aún no han cometido el pecado de vivir más allá de los 30 o los 40”.
Y la verdad es que las mujeres que ya no son jóvenes viven vidas plenas, saludables, intensas y totalmente funcionales, por lo que se hace necesario cambiar ese paradigma que le tiene fobia a la edad y la madurez y que busca borrar todo rastro de canas, arrugas y las supuestas “imperfecciones” o defectos.
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Ni son imperfecciones ni son defectos
La psiquiatra Marianna Pogosyan habla de la importancia de amar las mal llamadas “imperfecciones”, que son los signos naturales de lo que hemos vivido: “A pesar de las odas grecorromanas a la simetría y la perfección, la noción de belleza que reside en los defectos también ha sido parte de la filosofía, la literatura y la estética occidentales. Los poetas han escrito sobre las órdenes inevitables de la vida de quebrantarnos a todos y las fuerzas resultantes que se calcifican en nuestros lugares rotos (Ernest Hemingway). Cómo la luz entra por nuestras grietas (Leonard Cohen). Cómo la imperfección inspira la chispa de la creación y la imaginación (Jhumpa Lahiri)”.
De tal manera que la madurez puede ser una época para desechar esa tradición que desprecia lo “viejo” y que glorifica la juventud, pues la tercera edad, con sus canas y arrugas incluidas, puede ser la mejor etapa de la vida.
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