Tras más de un año de pandemia, el mundo avanza con las campañas de vacunación contra el COVID-19 luego de que la comunidad científica en conjunto con las farmacéuticas lograran desarrollar en tiempo récord varias vacunas para enfrentar el virus que provoca esta enfermedad.
Sin embargo, la disponibilidad de vacunas, el tipo de tecnologías y la forma como funcionan ha despertado muchas dudas en la población que se encuentra expectante ante la posibilidad de que estos biológicos les permita retornar gradualmente a la normalidad.
En el mundo se vienen desarrollando investigaciones con 293 prototipos de vacunas contra el virus. De estos proyectos, 20 se encuentran en fase III de ensayos (avanzada), mientras que cerca de una decena de vacunas ya han superado todas las etapas y han sido aprobadas por las principales autoridades regulatorias en los países del mundo, por lo que ya se vienen aplicando en la población.
Las vacunas que se vienen utilizando en la actualidad son Pfizer/ BioNTech y Moderna (EE.UU.), AstraZeneca/ Oxford (Reino Unido), Sputnik V (Rusia), Sinovac y Sinopharm (China), pero próximamente se espera la aprobación de las vacunas de Johnson & Johnson/ Janssen y Novavax (EE.UU.).
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De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) todas las vacunas pasan por diferentes fases de estudio antes de que puedan ser aprobadas para su uso en la población.
“Estas etapas tienen como objetivo garantizar la seguridad y la capacidad de la vacuna para proteger contra la enfermedad (eficacia), así como otras cuestiones como los grupos de población en los que se puede administrar la vacuna, el número de dosis necesarias y el intervalo entre dosis”, indicó la OPS.
En ese sentido, para que una vacuna contra el COVID-19 sea recomendada debe tener por lo menos un 70 % de eficacia en la población base con resultados consistentes en los adultos mayores, un grupo particularmente vulnerable contra el virus.
¿Cómo funcionan las vacunas?
Los expertos han explicado que las vacunas son medicamentos que ayudan al cuerpo humano a desarrollar inmunidad contra los virus o las bacterias, sin que para ello se deba contraer la enfermedad.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC) han indicado que cuando virus como el COVID-19 atacan al organismo, estos se multiplican y causan una infección activando herramientas del sistema inmunitario para combatirla, sobre todo glóbulos blancos.
Todo este proceso hace que el cuerpo genere antígenos o pequeñas partes de los virus que son identificados como peligrosas para estimular la creación de anticuerpos.
“La primera vez que una persona se infecta con el virus que causa el COVID-19, su cuerpo puede demorar varios días o semanas en desarrollar y usar todas las herramientas necesarias para combatir los gérmenes y vencer la infección”, explica los CDC.
En ese sentido, las vacunas anticipan este proceso ayudándole al cuerpo a reconocer los antígenos del coronavirus, suministrando -bajo diversas técnicas- partes del virus, versiones modificadas del mismo o “instrucciones” para crear una reacción inmunitaria frente a la enfermedad.
¿Con qué tipo de técnicas se desarrollaron?
Las farmacéuticas que han desarrollado las vacunas contra el COVID-19 han utilizado diferentes técnicas para sus biológicos, por lo que el mundo cuenta en la actualidad con un portafolio diverso de tecnologías, algunas pioneras y otras más tradicionales, para combatir el coronavirus.
En ese sentido, en la actualidad se han utilizado al menos cuatro mecanismos para desarrollar las vacunas del COVID-19 buscando proteger al organismo de las personas contra esta enfermedad.
“Con todos los tipos de vacunas, el organismo se queda con un suministro de linfocitos T de ‘memoria’, además de linfocitos B que recordarán cómo combatir ese virus en el futuro”, explicó los CDC al resaltar que el principal objetivo es generar los anticuerpos frente a esta enfermedad.
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Vacuna de vector viral: Oxford-AstraZeneca, Sputnik V, Cansino y Janssen.
Esta clase de vacuna utiliza un virus diferente al COVID-19 y menos nocivo, por lo general disfrazado con proteínas del coronavirus, para generar una respuesta inmunitaria.
El virus causante del COVID-19 tiene varias proteínas que lo envuelven, entre ellas la conocida como ‘Spike’ (espiga en español) que, además de darle su característica forma con crestas, dota al germen del Dominio de Adhesión al Receptor (RBD) o la “llave maestra” que le da acceso a las células para infectarlas.
Según científicos chinos que han estudiado el virus desde el inicio de la pandemia en Wuhan y han publicado sus hallazgos en la revista Science, utilizar esta proteína o bien atacarla es el mejor mecanismo para luchar contra la enfermedad.
“Para las vacunas de vectores virales contra el COVID-19, el vector (no el virus que causa el COVID-19) ingresa a una célula dentro de nuestro organismo y usa la maquinaria celular para producir una porción inocua del virus que causa la COVID-19”, explica el CDC.
De acuerdo con la entidad, con estas instrucciones nuestras células hacen copias de la proteína despertando en nuestro organismo una respuesta y empieza a crear linfocitos T y linfocitos B que recordarán cómo combatir el virus si nos llegamos a infectar en el futuro.
LOS MITOS: Este tipo de vacuna no causa una infección por COVID-19 por el virus utilizado como vector de la vacuna. Algunas mensajes en las redes sociales advierten erróneamente de que inmunizarse con estos fármacos puede ser peligroso, pero organismos como los CDC y las OMS han recordado que en su fórmula estas vacunas no contienen ningún tipo de material genético o muestras de coronavirus.
Además, tampoco es cierto que el material genético que aporta el vector viral se incorpore al ADN de la persona, ya que esta tecnología no presupone ningún intercambio de ese tipo de compuestos en el organismo.
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Vacuna de virus atenuado o desactivado: Sinovac, SinoPharm
Esta tipo de vacunas es la que más se ha utilizado en el mundo ya que imita el método que el médico Edward Jenner, conocido como el “el padre de la inmunología”, desarrolló al final de la década de 1790 al utilizar la viruela bovina para proteger a los humanos de esa enfermedad.
Bajo este método, se inocula una versión completa del virus del COVID-19 pero debilitado o desactivado para que el cuerpo, sin el riesgo completo de la enfermedad, pueda generar anticuerpos necesarios para combatirla.
En el caso de los virus atenuados, estos han sido modificados para que no se puedan reproducir en el organismo de las personas y para que no causen la enfermedad; mientras que en la versión desactivada, el germen puede estar muerto.
“Dado que estas vacunas son tan similares a la infección natural que ayudan a prevenir, crean una respuesta inmunitaria fuerte y de larga duración”, explica el portal Vaccines.org, del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU.
LOS MITOS: En las redes sociales se ha difundido que estas vacunas pueden llegar a causan la enfermedad que combaten. Sin embargo, los expertos han explicado que el virus usado en este tipo de fármaco ya ha sido debilitado de tal manera que no supone un peligro para el organismo, pero sí logra el objetivo de impulsar una respuesta inmunitaria en las personas.
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Vacuna tipo ARN Mensajero (ARNm): BioNTech/Pfizer, Moderna y CureVac
La tecnología ARN mensajero ha sido la técnica más novedosa que han utilizado las farmacéuticas, hasta el momento, para luchar contra la pandemia del coronavirus.
En este tipo de vacunas, denominado ARN Mensajero o ARNm, se suministra parte del código genético del virus para que las células aprendan a producir una proteína propia del virus, o incluso una porción de ella, para desencadenar una respuesta inmune en las personas frente a la enfermedad.
En ese sentido, las vacunas de ARNm no contienen el virus vivo que causa el COVID-19 sino unas “instrucciones” para las células inmunitarias, que después de su uso se descomponen y se deshacen del material genético del virus.
“Las vacunas de ARNm contra el COVID-19 se aplican en el músculo del brazo. Una vez que las instrucciones (ARNm) se encuentran dentro de las células inmunitarias, las células las usan para producir una porción de la proteína”, explican los CDC.
De acuerdo con los expertos, al recibir la vacuna el sistema inmunitario reconoce que la proteína es un cuerpo extraño y comienza a generar una respuesta inmunitaria al producir anticuerpos al igual como sucede cuando se produce una infección natural contra el COVID-19.
LOS MITOS: El ARNm no afecta el ADN ni interactúa con él de ninguna forma, ya que no ingresa al núcleo celular. Este ha sido uno de las principales mentiras que se han registrado en las redes sociales, donde usuarios han puesto en duda la efectividad de este tipo de fármacos por la novedad que supone su método para contener el virus.
Los CDC han aclarado que si bien estas vacunas son nuevas “no nada son desconocidas” ya que los científicos llevan trabajando en ellas por décadas y sus ensayos son igual de rigurosos a las vacunas tradicionales. En este caso, el ARN solo funciona como “mensajero” y luego es destruido por la célula humana.
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Vacunas de subunidades de proteínas: Novavax y Sanofi
En este tipo de vacunas se utilizan solo algunos componentes del virus para estimular una respuesta de las células inmunitarias. En el caso del COVID-19 los científicos utilizan la proteína “Spike” o el RBD para generar esta respuesta.
Una vez la vacuna ingresa al organismo, el sistema inmunitario reconoce que dichas proteínas “son ajenas” y comienza a crear linfocitos T para combatirlo.
Ver más: ¿Qué representan las vacunas del COVID-19 para las farmacéuticas?
“La ventaja de estas vacunas es que se pueden producir sin manipular virus vivos. Varios fármacos de este tipo, como FluBlok para la influenza, ya han sido aprobados y sus fabricantes cuentan con una experiencia considerable en su producción”, reseña Florian Krammer para la revista Nature.
LOS MITOS: La comunidad de antivacunas han difundido falsamente que esta biotecnología usa versiones completas o activas del virus para infectar a las personas. Sin embargo, los científicos han explicado que durante su proceso de fabricación lo que se hace es aislar solo algunos componentes del virus para precisamente evitar que el cuerpo humano sea sometido a toda la carga viral.
En ese sentido, este tipo de técnicas evitan que el cuerpo aprenda cómo reaccionar ante el virus del COVID-19 sin el riesgo de que la persona desarrolle la enfermedad.
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