Una mujer de 37 años necesitó un trasplante de hígado después de contagiarse de hepatitis B al colocarse un piercing en la nariz, informó People.
Dana Smith, residente de Queens, en Nueva York, se puso un piercing en la nariz poco después de Thanksgiving. Un mes luego comenzó a tener dolores de estómago, pero no quiso ir al hospital porque temía contagiarse de COVID-19.
Narró que sus síntomas empeoraron hasta el punto de vomitar sangre y solo tomar agua. En ese punto, finalmente fue al centro médico, donde le diagnosticaron hepatitis B fulminante.
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Especialistas definen la hepatitis fulminante como “una condición de rápido deterioro multiorgánico. Es un síndrome poco frecuente y se caracteriza por una falla grave en la función hepática en ausencia de enfermedad preexistente”.
Dana fue trasladada a cuidados intensivos y se le indujo un coma mientras esperaba por un donante disponible para hacer un trasplante. A los dos días consiguieron donante y fue operada de inmediato.
People asegura que los médicos no sabían el origen de la infección, hasta que llegaron a la conclusión de que se había contagiado al ponerse el piercing.
De acuerdo a EFE, “los tipos de hepatitis virales tipo B, C y D pueden contagiarse por transfusiones de sangre sin la vigilancia médica adecuada, por drogas inyectadas o intranasales, perforaciones del cuerpo, tatuajes, punción accidental con agujas contaminadas, por contacto con la sangre, saliva y otros fluídos o durante el parto y la lactancia”.
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Especialistas consultados por la agencia señalan que es vital que se aumente la vigilancia de los establecimientos que hacen perforaciones. Recomiendan que los usuarios lleven su propia aguja y tinta para disminuir el riesgo de contagio.
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