Estados Unidos atacó unas instalaciones en el nordeste de Siria que eran utilizadas por milicias respaldadas por Irán, dejando al menos 22 muertos, en represalia por los recientes ataques con cohetes contra ubicaciones de tropas estadounidenses en Irak.
Esta es la primera acción militar ordenada por el presidente Joe Biden contra grupos vinculados a Irán desde que asumió la presidencia hace cinco semanas.
El Departamento de Defensa explicó que los ataques aéreos se realizaron en un punto de control fronterizo entre Siria e Irak utilizado por esos grupos, destruyendo “múltiples instalaciones”.
“Bajo la dirección del presidente (Joe) Biden, las fuerzas militares estadounidenses realizaron a principios de esta noche ataques aéreos contra la infraestructura utilizada por grupos de milicianos respaldados por Irán en el este de Siria”, aseguró John Kirby, portavoz de El Pentágono.
“Estos ataques fueron autorizados en respuesta a los recientes ataques contra el personal estadounidense y de la Coalición en Irak, y a las continuas amenazas a ese personal”, añadió.
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La ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) reveló que al menos 22 personas murieron luego que el ataque destruyera tres camiones cargados con municiones provenientes de Irak cerca de la ciudad siria de Bukamal.
Todos los muertos pertenecían a la fuerza de Hashed al-Shaabi, patrocinada por el estado de Irak y que agrupa a diversas milicias pequeñas que tienen vínculos con Irán.
Kirby dijo que el objetivo era un punto de control fronterizo utilizado por grupos armados iraquíes respaldados por Irán, incluidos Kataeb Hezbollah y Kataeb Sayyid al-Shuhada.
Sin embargo, el Observatorio alertó de que el número de fallecidos podría aumentar en las próximas horas debido a la presencia de un número indeterminado de heridos, algunos de ellos en estado grave, y a la existencia de informaciones todavía sin confirmar sobre más muertos en el ataque aéreo.
Una represalia por ataques a base estadounidense
El bombardeo se produjo luego de tres ataques con cohetes contra instalaciones situadas en Irak y que son utilizadas por las fuerzas estadounidenses y de la coalición que luchan contra el grupo Estado Islámico.
Uno de esos ataques, a un complejo militar en Arbil, la capital de la región kurda, se presentó el pasado 15 de febrero matando a un civil y a un contratista extranjero que trabajaba con las fuerzas de la coalición, además resultaron heridos varios contratistas estadounidenses y un soldado.
Los ataques en Irak llevados a cabo por grupos que se sospecha que operan bajo la dirección de Irán supusieron un desafío para la nueva administración de Biden, en un momento que abre la puerta a reanudar las negociaciones con Irán sobre su programa nuclear.
La administración estadounidense dice que quiere revivir el acuerdo de 2015, del que el expresidente Donald Trump salió en 2018, y que tiene como objetivo congelar las aspiraciones nucleares de Irán.
Sin embargo, Washington también considera a Teherán como una amenaza continua para la seguridad en Oriente Medio y sostiene que no tolerará “actividades malignas” llevadas a cabo por la República Islámica.
Estados Unidos sospecha que Irán está buscando una oportunidad para vengar el asesinato por fuerzas norteamericanas del general Qasem Soleimani hace un año durante un bombardeo.
Soleimani, un alto oficial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán, fue el enlace clave de Teherán con los grupos y personalidades aliados en Irak, Siria, Líbano y otras partes de la región.
El reconocido general murió en un ataque con aviones no tripulados estadounidenses justo cuando llegaba a Bagdad para reunirse con los principales funcionarios iraquíes.
El portavoz del Departamento de Estado, Ned Price, explicó que Estados Unidos “responsabilizaría a Irán por las acciones de sus representantes que atacan a los estadounidenses”, pero que no “arremeterá” y correrá el riesgo de desestabilizar a Irak.
Kirby calificó los ataques como “proporcionales” y dijo que “se llevaron a cabo junto con medidas diplomáticas”, incluida la consulta con socios estadounidenses de la coalición anti-EI.
Además, también reconoció que el bombardeo estaba diseñado para reducir la tensión en el este de Siria e Irak.
“La operación envía un mensaje inequívoco: el presidente Biden actuará para proteger al personal estadounidense y de la Coalición”, aseguró Kirby .
Sin embargo, la profesora en la Escuela de Derecho de Notre Dame, Mary Ellen O’Connell, calificó la acción de Washington como una violación del derecho internacional.
“La Carta de Naciones Unidas deja absolutamente claro que el uso de la fuerza militar en el territorio de un estado soberano extranjero es legal solo en respuesta a un ataque armado contra el estado defensor del que el objetivo sea responsable”, afirmó. “Ninguno de esos elementos se cumple en el ataque en Siria”, explicó O’Connell.
De esta forma, Estados Unidos propina el primer golpe contra las milicias iraníes en momentos en que Biden quiere retomar el acuerdo nuclear pero exigiendo que Irán vuelva a cumplir todas las reglas del pacto.
Ese tratado, firmado por Irán y seis grandes potencias (EE.UU., Rusia, China, Francia, el Reino Unido y Alemania) limita sustancialmente el programa nuclear iraní para evitar que la República Islámica pueda hacerse con bombas atómicas.
Sin embargo, Irán últimamente viene enriqueciendo uranio en una mayor cantidad y pureza de la acordada en el pacto nuclear de 2015, mientras está ampliando otras capacidades atómicas que ha encendido las alarmas de las potencias.
Los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) advirtieron que Irán ha aumentado el número de centrifugadoras más modernas y rápidas para producir uranio enriquecido, un material que tiene uso civil, pero también militar, para fabricar bombas.
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