La hermana francesa André celebra 117 años, siendo una de las mujeres más longevas del mundo, tras haber superado el COVID-19 convirtiéndose en un símbolo de la lucha contra el coronavirus.
Esta monja es considerada la segunda persona más anciana del mundo y logró festejar su cumpleaños número 117 con champaña y vino tinto, su postre favorito, una misa en su honor y un brindis por su excepcional longevidad.
“No estoy segura de haberlo tenido. Me dicen que sí, estaba muy cansada, es cierto, pero no me di cuenta”, explica la hermana André, quien tuvo que vivir un tripe encierro en el confinamiento en su silla de ruedas, su cuenta y sin poder recibir visitas
Esta religiosa ha sobrevivido a dos guerras mundiales y recientemente a un contagio del COVID-19, una pandemia que también hace rememorar a la de la gripe española que azotó al mundo en 1918 cuando ella tenía a penas 14 años.
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Su nombre es Lucile Randon, pero es conocida como la hermana André, y en la actualidad vive en una residencia de ancianos en Toulon (Francia), la cual fue golpeada por el COVID-19 en enero dejando decenas de muertos.
“Es un gran día. Su estado es excelente. Fui a verla esta mañana. Está realmente feliz. Me pidió que le repitiera el plan del día”, indicó David Tavella, gerente de comunicaciones de la residencia para ancianos Sainte-Catherine-Labouré.
Aunque ningún organismo oficial concede el “título” de decana de Francia, la hermana André, nacida el 11 de febrero de 1904, es una de las mujeres más longevas de Europa.
El cocinero de la residencia preparó una comida digna del evento la cual incluía una entrada de paté, pollo con hongos y de postre, tortilla noruega, el preferido de la monja.
Asimismo, la hermana André se comunicó con sus sobrinos-nietos y tataranietos a través de un llamada por video.
“Su cumpleaños nos vigoriza, vamos a verlo como una ocasión para devolver la vida. Todo esto regado con vino tinto porque bebe vino tinto. Es uno de los secretos de su longevidad. Y una copita de champaña con el postre porque 117 años merecen un brindis”, aseguró Tavella.
Un reconocimiento
La hermana André nació en Alès (sureste) en el seno de una familia protestante no practicante. Trabajó como institutriz en varias familias, en París y en provincia.
Uno de sus mejores recuerdos es el regreso de dos de sus hermanos al final de la Primera Guerra Mundial. “Era raro, en las familias era más común que haya dos muertos y no dos vivos. Los dos volvieron”, aseguró a la AFP el año pasado con motivo de su 116º cumpleaños.
Fue bautizada a los 26 años y entró en las órdenes bastante tarde, a los 41, con las Hijas de la Caridad y desde entonces ha dedicado sus años a la vida religiosa.
“Era institutriz en París, y me iba muy bien. Quería ir más allá y ser Hija de la Caridad”, recuerda esta monja, que tiene cuatro sobrinos nietos y muchos bis sobrinos nietos.
Pero la historia de la hermana André también se puede relacionar con la política. A su edad ha visto pasar a 19 presidentes desde que nació.
Asimismo, decenas de periodistas en todo el mundo se comunican o intentar viajar a esta residencia para conocerla y transmitir su particular historia de vida.
“Cuando le digo ‘Hermana André, la están esperando’, arrastra los pies, pero luego no se detiene”, dice Tavella, que la describe como “una mujer de espíritu, excepcional, muy conmovedora”.
De esta forma, esta monja celebró sus 117 años tomando un poco de sol en el jardín rodeada de laureles, con las manos juntas en señal de oración y los ojos cerrados. A los jóvenes les recomienda ser “valientes” y mostrar piedad.
El nombre de nacimiento de la hermana André aparece en la lista del Gerontology Research Group, que certifica los detalles de las personas mayores de 110 años, y por eso se cree que es la segunda persona más anciana del mundo, después de la japonesa Kane Tanaka, de 118 años.
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