Escribe el historiador venezolano, Pedro Benítez en AlNavio.com, “El dilema de Maduro y el de la oposición son las dos caras de la misma moneda en Venezuela”, dice que: “Cuando no se puede conseguir algo por la fuerza hay que negociar. Nicolás Maduro no ha logrado sepultar a sus opositores dentro de Venezuela ni estos han logrado sacarlo del poder. Como consecuencia, estamos siendo testigos del enésimo intento de acuerdo político entre el régimen chavista y parte de la oposición. El más audaz, arriesgado y controversial que se haya intentado para destrabar la guerra política sin fin del país”.
Menciona dos acciones del régimen de Nicolás Maduro, la primera, liberar vía indulto procesal a un grupo importante de presos políticos encerrados en las instalaciones de la policía política en Caracas, muchos de ellos con meses y años detenidos, sin ningún tipo de sentencia judicial e incluso sin acusación. Como lo sabemos, rehenes, víctimas de secuestro. La segunda, aún esperada, es la de mejorar las condiciones de participación electoral e incluso aceptar observación electoral internacional, probablemente de la Unión Europea.
Dice Benítez: “Esta medida de carácter político ha exhibido (una vez más) uno de los peores aspectos del régimen: la persecución por causas políticas. Por lo tanto, es una acción que para Maduro tiene un costo que incluye la disconformidad y la crítica abierta o velada de los grupos más radicales del régimen. Recordemos que también hay disidentes chavistas perseguidos o que sus organizaciones políticas han sido judicializadas como los demás partidos opositores por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) controlado por Maduro”.
Pero así como incluye un costo esta acción supone una expectativa de parte de Maduro, que una parte representativa de la oposición participe en las elecciones parlamentarias, como lo sugiere Benítez porque: “necesita una Asamblea Nacional a partir del 2021 con ciertas apariencias de legitimidad internacional que, primero, desanimen la aplicación de más sanciones personales por parte de la Unión Europea a personeros del régimen y, en segundo lugar (pero no menos importante), le permitan ir rompiendo el cerco de sanciones impuestas por Estados Unidos y el aislamiento internacional en el que ha caído”.
Pero, las dos acciones de Maduro no son suficientes porque como advierte Benítez el proceso electoral no cumple con condiciones legales y técnicas necesarias para garantizar confianza y transparencia.
Más adelante, se pregunta Benítez:”¿Por qué la oposición venezolana, o una parte de ella, podría considerar siquiera participar en un proceso electoral que nunca tendría condiciones ideales estando Maduro en el poder? La respuesta consiste en que no tiene mejores opciones. La oposición venezolana vive el mismo drama de todos aquellos movimientos disidentes desarmados que se oponen a regímenes autoritarios. Cualquier desplazamiento por la fuerza, interna o externa, del poder constituido, está fuera de su alcance. Así pues, estamos ante un doble dilema, concluye Benítez: si Maduro le da condiciones óptimas de participación electoral a la oposición sentencia su derrota electoral, y si no le da suficientes condiciones esta no participa, y en consecuencia no podría romper el cerco internacional en su contra. Ese es el juego. La oposición decide si aprovecha o no ese resquicio con todos los inmensos riesgos que implica.
Maduro sabe, por supuesto, que con esa maniobra va a dividir a la oposición alimentando el eterno dilema de votar o no votar. Esa es su gran apuesta y el gran problema de sus adversarios. Las dos caras del mismo drama nacional”